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El Circo Político de las Promesas Vacías y el Show a pocos días de visita a Limón.

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Ah, el circo de la política costarricense, donde la realidad supera a la ficción y las promesas se convierten en actos de magia barata. Los diputados, esos virtuosos de la manipulación y la distracción, se preparan para su próximo número en Limón, y no es que su preocupación por la provincia sea genuina. No, señores, esta es una operación de relaciones públicas a gran escala, diseñada para desviar la atención de su falta de acción concreta.

Los diputados, como el gran espectáculo que son, han decidido que Limón es el próximo destino para su tour de promesas. ¿Y cómo lo hacen? Con una coreografía perfectamente ensayada: unas cuantas promesas, un par de proyectos “urgentes” y, por supuesto, un saco de clichés desgastados que repiten sin cesar. Porque, ¿qué mejor manera de demostrar que se está “haciendo algo” que lanzando una lluvia de promesas a una provincia que, por desgracia, ya está acostumbrada a la decepción? Es casi conmovedor ver cómo estos políticos, temerosos de enfrentarse a la realidad de su ineptitud, eligen crear una cortina de humo en lugar de abordar los problemas de frente.

El espectáculo se vuelve aún más ridículo cuando se considera el escenario de Guanacaste, donde la estrategia de quejarse del gobierno actual sin ofrecer soluciones fue el acto principal. Es fascinante observar cómo, a medida que los diputados se preparan para su próximo acto en Limón, se aferran desesperadamente a la esperanza de que sus promesas sean tomadas en serio, a pesar de la falta de credibilidad que ya arrastran como una sombra.

Pero, claro, la verdadera joya del espectáculo es la presentación de los diputados locales, como Moreira, que se pregunta si defenderán a la provincia o si, como de costumbre, se refugiarán en las sombras de sus intereses personales. Es la misma vieja historia: promesas que nunca se cumplen, planes que están más desactualizados que una calculadora de los 80, y una estrategia de comunicación que haría sonrojar a cualquier publicista con un mínimo de ética.

Lo más sorprendente es la noción de que el progreso se logra con una lluvia de promesas y proyectos mal ejecutados, mientras el verdadero motor de la economía, la competitividad y la eficiencia de la industria privada, queda relegado a un segundo plano. En lugar de impulsar encadenamientos reales y fomentar la verdadera competencia, los diputados prefieren recetar fórmulas obsoletas que no hacen más que perpetuar el estancamiento económico.

En resumen, el circo que está a punto de desplegarse en Limón es un espectáculo tan viejo como la política misma. Los diputados, con su mal llamado “trabajo” y sus promesas vacías, están preparando el escenario para otra ronda de desilusión. La verdadera pregunta es si los ciudadanos de Limón, con su aguda percepción de la realidad, se dejarán engañar una vez más o si decidirán rechazar las promesas amañadas y exigir un verdadero cambio. Lo que está claro es que, si esta es la calidad de la política que se les ofrece, el circo seguirá funcionando mientras los problemas reales quedan en el olvido.

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