“¡Bravo Fonarroz! El Subsidio Arrocero: Resucitando el Desastre con Más Dinero Público”.
¡Ah, el épico regreso del subsidio arrocero! Donde la política y la incompetencia se encuentran en una danza tan sutil como un elefante en una cristalería. Fonarroz, el nuevo fondo para la “salvación” del sector arrocero, es la última maravilla de nuestros genios legislativos, quienes, en su infinita sabiduría, han decidido que el mejor remedio para la devastación del arroz es, por supuesto, más dinero de los contribuyentes.
Empecemos por la brillante “Ruta del Arroz”. ¿Acaso la idea de recortar hectáreas de cultivo y reducir la producción en un 61% era parte de un plan maquiavélico para probar si el arroz puede sobrevivir en la lona? Pues, parece que sí. ¡Qué ingenio! ¿Por qué no destruir el sector arrocero y luego poner parches con subsidios? Es como intentar apagar un incendio con gasolina y luego pedir más agua para “salvar” lo que queda.
Fernando Araya, el vocero de Conarroz, nos cuenta que Fonarroz es crucial para la seguridad alimentaria. ¡Claro, porque lo que realmente necesita un país es un fondo de rescate para compensar una estrategia fallida! ¿Quién necesita un plan coherente y efectivo cuando se puede llenar los bolsillos de unos pocos con el dinero de todos? El argumento de Araya es digno de una comedia de enredos: mantener la producción de arroz mientras se pierde la mayor parte de la cosecha es como tratar de arreglar un coche con el motor en llamas.
Y qué decir de Wendy Vargas, quien clama que la pobreza es la sentencia que la “Ruta del Arroz” ha impuesto. No, Wendy, no es la “Ruta del Arroz”, es la “Ruta de la Ineptitud” lo que ha llevado a las familias a la pobreza. Los diputados, en su brillante esfuerzo por evitar que nada cambie, han demostrado una vez más que su capacidad para crear soluciones es tan efectiva como un paracaídas con agujeros.
El financiamiento de Fonarroz provendrá de los ingresos de las importaciones y los aportes de los productores. ¡Qué idea tan revolucionaria! Tomar dinero de los mismos que están siendo estrangulados por las políticas actuales y dárselo a una entidad que ha demostrado ser tan útil como un tiburón en una piscina de niños.
La cereza del pastel es la promesa rota de que los precios del arroz bajarían, mientras que la generación de empleo y los ingresos en zonas rurales se desploman. ¡Una victoria resplandeciente para el avance económico y el bienestar social!
En resumen, Fonarroz es el último gran chiste en la tragicomedia de la política arrocera. Un fondo que no solo perpetúa el fracaso, sino que lo celebra con el dinero de los contribuyentes. ¡Bravísimo! Mientras tanto, el país se ríe y llora al mismo tiempo, preguntándose cuánto más tiempo se tendrá que tragar el amargo arroz de la incompetencia legislativa.