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“¿Defendiendo la Patria? (o sus Jugosos Sueldos) El Show de los Rectores”.

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¡Ah, la eterna farsa de la “defensa de la educación pública”! Qué espectáculo más desgastado, pero aquí estamos nuevamente, con rectores vestidos de paladines de la patria, clamando por más millones para un sistema que, para ser sinceros, está tan hinchado como sus propios sueldos. Porque, claro, cuando se trata de “defender la patria”, lo más lógico es garantizar que los rectores continúen recibiendo esos jugosos salarios de más de 8 millones de colones al mes. ¿Y quién paga la cuenta? Ah, sí, el invisible contribuyente que lucha día a día para llegar a fin de mes.

El rector de la UNA, Francisco González Alvarado, tiene el descaro de invocar a la patria como si esta marcha fuera una cruzada épica en defensa del bienestar nacional. “La patria nos convoca”, dice, como si fuera un héroe en una novela de caballería, cuando en realidad lo que están defendiendo son los privilegios millonarios de las universidades. ¿Defender la patria no debería implicar también tener unas finanzas públicas en orden y no un sistema educativo que sangra los recursos del Estado?

Luego está el cinismo de cancelar las actividades universitarias para que todos puedan asistir a la marcha. ¡Qué gesto tan “noble”! Pero ¿quién sufre realmente? Los estudiantes, cuyos derechos a una educación de calidad se ven comprometidos. ¡Pero no pasa nada! Porque, claro, ¿qué importa una reprogramación de evaluaciones cuando puedes salir a las calles a defender esos sueldos estratosféricos y esas prebendas que sólo unos pocos disfrutan?

Raquel Loría, la presidenta de la FEUNA, se une al coro, recordando que la educación pública es un pilar del desarrollo nacional. ¡Qué conmovedor! Lástima que ese “desarrollo” se vea obstaculizado por un sistema que no fomenta la competitividad ni la eficiencia, sino una codependencia de los recursos públicos, con una resistencia férrea a cualquier tipo de reforma o ajuste fiscal. ¿Ascenso social? Más bien ascenso para los que ya están en la cima.

Lo más divertido es ver cómo se autoproclaman víctimas de una supuesta “crisis”, como si los recortes fueran el mal mayor. Pero, claro, para ellos, cualquier intento de austeridad es una amenaza directa a sus intereses. Y ahí está el verdadero truco de magia: convierten una marcha en “defensa de la educación” en una defensa de sus bolsillos.

En resumen, esta marcha no es más que otro acto en el circo político costarricense, donde los rectores y estudiantes se convierten en actores de una obra diseñada para manipular la opinión pública y proteger los intereses de unos pocos privilegiados. La verdadera patria está siendo olvidada mientras estos grupos insisten en mantener el status quo, perpetuando un sistema que se aferra a viejas fórmulas obsoletas. Si de verdad quisieran defender a Costa Rica, tal vez empezarían por mirar más allá de sus beneficios personales y trabajarían por un sistema educativo más justo y eficiente para todos.

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