“El Gran Teatro de la Promesa Vacía: Cómo el PLN Mantiene Vivo el Espectáculo de la Dependencia Social”.
Pero, claro, no podemos olvidar el verdadero drama de esta tragicomedia: el gobierno actual es “fiscalista”. ¡Qué espanto! ¿Quién hubiera imaginado que mantener las finanzas públicas en orden podría ser tan escandaloso?
¡Ah, el Partido Liberación Nacional (PLN) y su eterno espectáculo preelectoral en el Gran Teatro de la Promesa Vacía! Porque, ¿quién no ama un buen show, lleno de retórica gastada y promesas tan creíbles como una oferta de una ‘dieta milagrosa’ en Internet? Paulina Ramírez Portuguez, siempre la campeona del sentimentalismo político, parece haber descubierto la rueda cuadrada en su denuncia sobre la “débil” inversión social del Poder Ejecutivo. ¡Qué valiente! ¡Qué innovador!
Ahora, vamos a ponernos serios, porque lo que dice Paulina realmente tiene toda la profundidad de un charco en plena sequía. ¿De verdad todavía estamos hablando de “mejorar la calidad de vida” regalando dinero a diestra y siniestra? ¡Claro! Porque si algo hemos aprendido de los programas sociales mal gestionados es que no hay nada más efectivo para resolver los problemas de un país que tirar dinero por la ventana y esperar que mágicamente llegue a las manos correctas. ¡Aplausos para la gran estrategia!
¿Recuerdan el famoso Bono Proteger del gobierno anterior? ¡Ah, qué tiempos aquellos! Cuando el dinero destinado para “proteger” a los más vulnerables terminó financiando las mejores fiestas de la temporada. ¿Y ahora Paulina se rasga las vestiduras porque Fodesaf perdió unos milloncitos aquí y allá? ¡Qué tragedia! ¡Qué farsa! Porque lo que el país realmente necesita es seguir alimentando ese ciclo de dependencia, donde la “calidad de vida” significa hacer fila para recibir una limosna del Estado.
Pero claro, el gran problema aquí no es la ineficiencia, la corrupción, o la falta de una estrategia coherente para crear empleo y oportunidades reales. No, el verdadero drama es que el gobierno actual es “fiscalista”. ¡Qué horror! ¿Quién hubiera pensado que mantener en orden las finanzas públicas podría ser tan controvertido?
Entonces, ¿a qué costo estamos abandonando la inversión social? Tal vez, solo tal vez, a un costo donde finalmente dejamos de ver a ciudadanos como parásitos dependientes del Estado y comenzamos a tratarlos como individuos capaces de crear su propio futuro. Pero, eso sí, no dejemos que una idea tan revolucionaria arruine el espectáculo. ¡Que siga el teatro PLN!