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“El Monarca Arias y su Infinito Circo Jurídico”.

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¡Ah, Rodrigo Arias! El inigualable titiritero del circo político costarricense que, como buen monarca, maneja los hilos de la Asamblea Legislativa con la precisión de un reloj suizo… aunque uno que ha sido manipulado por siglos de monarquía absolutista. No podemos evitar preguntarnos si el verdadero propósito de Arias es gobernar o simplemente hacernos morir de aburrimiento mientras él y sus colegas se retuercen en los intricados laberintos legales de la Sala IV.

Aquí tenemos al “monarca” Arias, empeñado en mantenernos todos en vilo con su última declaración solemne: “Los considerandos son vinculantes, así que debemos esperar”. ¡Bravo, señor Arias! Porque, ¿qué sería de Costa Rica sin usted para guiarnos a través de la oscuridad legal con una linterna de bolsillo que probablemente ni siquiera tiene pilas? Tal vez estamos presenciando la última entrega de una tragicomedia que lleva años en cartelera. Pero, al menos, usted nos asegura que la “resolución completa” es esencial, como si la salvación de la nación dependiera de unos párrafos adicionales que nadie, excepto usted y sus fieles seguidores, parece estar leyendo.

Mientras tanto, la honorable Pilar Cisneros se atreve a sugerir que avancemos sin esperar cada sílaba de la sentencia. ¡Qué desfachatez! ¡Cómo osa alguien pensar que la acción inmediata podría, de alguna manera, ser beneficiosa para el país! según dice el Monarca en su trono. Pero no, la paciencia es una virtud, especialmente cuando se trata de no darle al pueblo la oportunidad de decidir algo tan trivial como el destino del país en un referéndum.

Arias, con su manto de sabiduría, nos recuerda que no todo puede resolverse con los “por tantos”, que no, que necesitamos esos considerandos como si fueran las últimas migajas de pan en un banquete. Tal vez el verdadero objetivo es mantener al país en un limbo perpetuo, donde nada se decide y todo se espera, porque el caos legal, después de todo, es el mejor amigo del despilfarro y la inacción.

Y, por supuesto, todo esto con la excusa de que la Sala IV necesita tiempo para pensar. ¡Qué considerados somos con los tiempos de la Sala, cuando el resto del país simplemente espera que alguien, cualquiera, haga algo que no implique retrasar todo hasta que los votantes se hayan olvidado de por qué estaban enojados en primer lugar!

Así que aquí estamos, con el maestro del teatro político, Rodrigo Arias, quien nos pide que no nos precipitemos, que esperemos pacientemente mientras él y sus aliados navegan por las aguas turbias del legalismo extremo. Mientras tanto, el país se hunde cada vez más en la indecisión y el despilfarro. Pero no se preocupen, porque Arias nos asegura que la “hoja de ruta” llegará… eventualmente. ¿Y quiénes somos nosotros para apresurar a su majestad en su proceso real de deliberación?

Finalmente, no olvidemos agradecer a Arias por mantener la tradición viva: una nación donde las promesas de acción son tan inmateriales como los considerandos que tanto adora. ¡Salve al rey! ¡Larga vida a la burocracia! Porque, al parecer, en el reino de Rodrigo Arias, lo único que se mueve rápidamente es el tiempo que se pierde esperando.

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