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“Familia Penitenciaria: Crítica a Bukele y Defensa de Reclusos”

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¡Ah, pero qué conmovedora demostración de nobleza y empatía! Los defensores de los pobres reclusos, esos “angelitos” que una vez sembraron terror y sufrimiento, ahora demandan que se les trate con dignidad y respeto. Porque claro, nada dice “justicia” como darle mimos y comodidades a quienes, por voluntad propia, decidieron hacer del delito su estilo de vida. Familia Penitenciaria Unida parece ser la voz del “corazón de oro” de esos pobres reclusos que, en su mundo ideal, solo necesitan una caricia estatal para convertirse en ciudadanos ejemplares. ¡Si tan solo el mundo funcionara con buenos deseos y palabras bonitas!

Y qué sorpresa, ahora esta agrupación moralista está escandalizada porque Nayib Bukele, el presidente de El Salvador, se atreve a visitar una cárcel costarricense. ¡Qué horror! ¿Cómo se le ocurre traer su modelo “inhumano” de encierro a nuestro sagrado sistema de caricias y consuelo para los delincuentes? Porque, claro, según esta organización, encerrar a los criminales es cruel e insensible. ¡Es una falta de compasión! ¿No se dan cuenta de que, mientras las víctimas lloran a sus muertos o luchan por seguir adelante tras el trauma, los verdaderos perjudicados aquí son los presos? Pobrecitos, de verdad.

Ah, pero no se equivoquen, el mensaje es claro: ellos también sufren los “efectos de la inseguridad”, claro que sí. Porque los familiares de los reclusos también están hartos de la violencia en Costa Rica… pero, curiosamente, prefieren defender a los victimarios antes que a las víctimas. Y no, ellos no quieren ese “modelo electoralmente atractivo” de Bukele que encierra a los criminales. ¡Para nada! Mejor un modelo donde las cárceles sean cómodas, bien decoradas, y los reclusos puedan seguir siendo “humanos”, como si la humanidad fuese el rasgo más notable de aquellos que eligieron romper todas las reglas. ¡Porque, al fin y al cabo, debemos ser compasivos!

Según la Familia Penitenciaria Unida, las cárceles no deberían ser lugares de encierro. ¡Por supuesto que no! Deberían ser centros de recreo, donde los reclusos se sientan queridos, valorados y comprendidos. Nada de encierro ni castigo, que eso es deshumanizante. Démosles masajes, clases de cocina y un poco de meditación, porque lo que faltó en sus vidas, claramente, fue amor y paz interior. Así, seguramente, cuando salgan, serán ciudadanos ejemplares. ¡Vaya fórmula mágica!

Y luego nos sueltan su discurso sobre “el abandono estatal de las comunidades” y la necesidad de “no normalizar la violencia”. Claro, porque seguro que la inseguridad del país se debe a la falta de talleres de macramé en los barrios. ¡Si tan solo hubiera más servicios de apoyo psicológico en las comunidades, todos los delincuentes habrían tomado el camino recto y hoy estarían dedicándose a labores de caridad! Pero no, el verdadero problema, según ellos, es la falta de una rehabilitación digna, esa que convierte mágicamente a un violador o asesino en un ciudadano modelo solo con un toque de ternura y comprensión.

Y así, en su comunicado lleno de ideales utópicos, Familia Penitenciaria Unida exige al gobierno que no “importe prácticas y discursos que atenten contra los derechos humanos”. Porque, ¿qué clase de monstruo sería el Estado si pusiera en práctica medidas que realmente le hagan pagar a los delincuentes? No, no, señores. Aquí la justicia es para los débiles, mientras que los fuertes, aquellos que pisotearon las reglas y la dignidad ajena, merecen nuestro respeto. ¡Qué valiente defensa de lo “justo” y “solidario”! Porque si algo ha demostrado el mundo es que la empatía mal entendida es la mejor receta para una sociedad “pacífica”.

Así que, mientras las víctimas reales siguen luchando para superar el daño infligido por estos “incomprendidos”, la Familia Penitenciaria Unida se desvive en su lucha: la de mantener a sus reclusos cómodos y seguros en su encierro, con un trato digno y decoroso. ¡Porque, después de todo, la verdadera crueldad no es el crimen, sino la falta de mimos y consuelo para quienes lo cometen!

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