“Guillén: El Salvador de la Educación Pública… y de la Comedia Política”.
Es fascinante cómo Miguel Guillén, el autoproclamado salvador de la educación pública, emerge con una obra estelar digna de un Oscar en la categoría de “Mejor Comedia Política”. No es fácil encontrar alguien que, con tanta habilidad, combine la desfachatez con la hipocresía, pero el PLN siempre logra sorprendernos con sus prodigios.
Guillén asegura, con un tono solemne que haría sonrojar a cualquier actor de telenovela, que hay un “sabotaje en curso” contra el sistema educativo público. ¡Oh, por favor! ¿Sabotaje? ¿En serio? Claro, porque nada dice “defender la educación pública” como despilfarrar fondos en pluses salariales y convenciones colectivas mientras las escuelas se caen a pedazos. Es casi enternecedor ver cómo el PLN, ese partido que ha saqueado las arcas públicas con más estilo que un pirata en alta mar, ahora se preocupa por las finanzas del Estado. ¿Sabotaje? ¡Qué ironía tan refinada! Deberíamos aplaudirles por mantener a sus amiguitos en puestos clave, mientras la infraestructura educativa se desmorona lentamente, como un castillo de naipes.
Pero la joya de la corona es la afirmación de que “no es mediante recortes ni fomentando la confrontación” como se solucionará el problema. Claro, porque la solución mágica del PLN siempre ha sido arrojar dinero a un problema y esperar que desaparezca, aunque eso implique sangrar al contribuyente hasta el último centavo. Y luego, como buenos samaritanos, culpan al Gobierno por intentar hacer lo que ellos nunca hicieron: gestionar con responsabilidad.
¿Y qué decir de ese secretario general, el hombre que iba a renunciar pero que, oh sorpresa, prefirió quedarse “sentado en la galleta” para seguir disparando diarreas mentales a diestra y siniestra? Su capacidad para inventar teorías conspirativas es tan impresionante que casi se podría pensar que es un guionista frustrado de películas de ciencia ficción.
En resumen, esta obra maestra del PLN, en la que fingen ser los paladines de la educación mientras han sido los artífices del desfalco y la decadencia del sistema, es digna de un reconocimiento. No por su valor, sino por su descaro. Así que, sigamos observando este espectáculo tragicómico, porque si algo nos ha enseñado el PLN es que siempre se puede caer más bajo.
“Paulina Ramírez: La Defensora de una Educación que el PLN Ayudó a Destruir”.
Ah, Paulina Ramírez, la defensora incansable de una educación que, según ella, ha sido abandonada por un Gobierno que, a su juicio, la ha relegado a un oscuro rincón de prioridades. Qué conmovedor ver a una diputada del Partido Liberación Nacional, ese bastión de la gestión transparente y la planificación a largo plazo (¡ja!), rasgándose las vestiduras por la supuesta negligencia en la educación. Porque, claro, si hay algo que el PLN sabe hacer bien, es eludir toda responsabilidad histórica en la crisis educativa que ellos mismos ayudaron a cocinar a fuego lento durante décadas.
Ramírez afirma, con la seguridad de quien nunca se ha mirado en un espejo político, que “la educación no es prioridad de este Gobierno”. ¡Qué perspicaz! Tal vez alguien debería recordarle que el estado actual de la educación en Costa Rica no surgió de la nada, sino de una larga historia de malas gestiones, conveniencias políticas y desinterés real por el futuro del país. Si alguien se merece una ovación por su capacidad para desviar la atención de lo evidente, es ella.
Luego, las universidades públicas, que por décadas han sido más un símbolo de privilegios que de progreso educativo, lloran la “intransigencia” del Ejecutivo. ¡Pobres universidades! ¿Cómo se atreven a proponer un aumento del 1% al FEES? ¡Qué descaro! Porque todos sabemos que mantener los salarios exorbitantes y los beneficios innecesarios de la burocracia universitaria es más importante que arreglar las escuelas y colegios que están en ruinas. Prioridades, ¿verdad?
El Conare, con su retórica inflada, se escandaliza porque el Ejecutivo decide enviar el presupuesto a la Asamblea Legislativa. ¡Qué escándalo! ¡Cómo se atreve el Gobierno a buscar una solución cuando no se llega a un acuerdo! Esto, según ellos, es una “irresponsabilidad de enormes dimensiones”. Claro, porque lo realmente responsable sería seguir alimentando un sistema universitario que gasta más en burocracia que en mejorar la calidad educativa.
Ramírez, con su tono dramático, nos quiere hacer creer que este es el fin de la educación en Costa Rica. Que no aumentar el presupuesto en tiempos de crisis es un “incumplimiento del mandato constitucional”. Pero, qué curioso, ¿dónde estaban estas preocupaciones cuando el PLN permitía el despilfarro de recursos en lugar de enfocarse en una educación que realmente prepare a los jóvenes para un futuro competitivo?
Es irónico ver cómo el PLN, experto en exprimir al país hasta la última gota, ahora se presenta como el paladín de la educación, cuando su legado es precisamente el de la decadencia de las escuelas y la creciente brecha entre lo que se enseña y lo que se necesita. Esta crítica debería ser una lección de historia para Paulina Ramírez: la educación no se defiende con palabras vacías ni con la defensa de privilegios, sino con hechos. Y hasta ahora, lo único que el PLN ha hecho es fallar.