Robles: Un Show de Ironía y Desatino Político”
Mientras Robles dice Ocupamos alguien en Casa Presidencial que no esté borracho, la mayoría de ciudadanos dicen que necesitamos diputados que no sean marihuanos y que se preocupen por Costa Rica.
¡Oh, la brillantez del diputado Ariel Robles, una estrella fugaz en el firmamento de la política costarricense! En un acto que sería la envidia de cualquier comediante de stand-up, Robles ha decidido iluminar nuestras vidas con su última genialidad: la Casa Presidencial necesita “alguien que no esté borracho”. Qué observación tan aguda y perspicaz. Quizás, en lugar de “ebrio de poder”, lo que necesitamos es una dosis de realismo en el Congreso.
Mientras Robles se regodea en su papel de crítico del poder, la realidad es que el circo que él mismo forma parte sigue dando de qué hablar. La “solución” de Robles al malestar nacional parece ser lanzar acusaciones desde una cómoda butaca en el Congreso, mientras la mayoría de ciudadanos se pregunta si, en lugar de estar contento y orgulloso de ser “mariguano” y decir que no es corrupto, no sería mejor que los diputados se preocuparan por ser menos grotescos y más efectivos.
Robles, con la brillantez de un orador del siglo XIX, se ha encargado de hacernos saber que en Costa Rica hay problemas serios, como la explotación laboral en las bananeras y el acoso sexual, pero lo que realmente importa, según él, es que el presidente “no esté borracho de poder”. Es fascinante ver cómo Robles ha logrado hacer de una denuncia seria un espectáculo circense, donde el verdadero show no es el escándalo laboral, sino su capacidad para utilizarlo como una excusa para su monólogo.
Además, Robles ha elevado la crítica a un nuevo nivel al relacionar el mal manejo de fondos con su propia versión de “borrachera política”. Según él, el Gobierno ha sacado un reglamento que priva a 123 familias pobres del bono de vivienda en Limón. Un reglamento, por cierto, que él ve como una conspiración digna de una trama de novela negra.
Lo que Robles no parece entender es que su diatriba sobre el “embriaguez del poder” es, en sí misma, una distracción cómica que desvió la atención de las verdaderas soluciones a problemas apremiantes. Si en lugar de hacer de la crítica un espectáculo circense se dedicara a trabajar seriamente en soluciones, tal vez podríamos tener menos “show” y más avances concretos.
En resumen, el espectáculo de Robles, con su acusación de borrachera y su retórica incendiaria, es un recordatorio irónico de lo que sucede cuando la política se convierte en una comedia. La verdadera pregunta es: ¿quién está realmente “borracho” en esta historia? Quizás el contribuyente, que paga el precio de este circo diario, tenga la respuesta.